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ISSN 1989-4163

NUMERO 117 - NOVIEMBRE 2020

 

Me Aprendí tu Boca de Memoria (Y II)

Ramón Asquerino

«Besos tan inexpertos que hacen pensar en los primeros trabajos de imprenta» El cuarteto de Alejandría. Justine.
Lawrence Durrel

Illes Balears, verano de 1979: a Pilar, Madrid: verano de 2020
*

Aquella noche sin estrellas, sin fogatas,
Sin sábanas y sin aliento, pero con celos,
Cosidos a mano, dibuxados,
La calma medía versos,
La música estremada de tus labios dichosa,
La rabia feroz contra los puentes,
Contra la luz del día, contra el café corriendo,
Contra las pensiones de ajadas almohadas enmohecidas,
Contra la rutina como cenizas del tiempo,
Con la espalda contra la arena
Y la tímida delineación de nuestros nombres
Que, para colmo, eran tan naturalmente agudos,
Sin esdrújulos ni colores, pero
tan arriesgados como tu pelo
Como si una planta del pie anduviera sin tobillos,
Como un beso a la bocana del aire,
Como un tigre al que contarle sus rayas
Y ver en sus ojos mi rostro sin pupilas.
Como una pesadilla fue el tiempo que arrastraba
Raíces, tierra, carbón incendiado,
Distancias, temores,
Besos de esquinas piadosas y dolor en la piel.
Y yo conozco tu boca entera,
Cada labio que me contara una mentira,
Cada comisura que se avergonzase,
Cada palabra que ya no saliere espontánea.
Tu boca que quema como un incendio en San Juan,
Con todo su Apocalipsis a caballo,
Grupa su furia de lenguas, de fuego,
De Espíritu Santo
De Torre de Babel, de Aquiles y su C. P. Cavafis
De acentos, de idiomas perdidos
Versión original con subtítulos
Al oído
En los humedales de nuestros abrazos.

Así el tiempo, matando olivos
Llorando caballos
Sembrando panteras
Apagando las noches
Soflamando el aire, sin vuelo
Reparando besos,
El tiempo árido, escondido
Como cuerpo a tierra.

Dentro de este mi cuerpo sin cristales
ni espejos, ni pupilas, ni arena
Redimido por unos hombros,
Por una ola verde de verano
Por una playa sin mareas
Por una boca entera embriagado
Que conocemos de más memorias,
De más incendio
De más besos
Cuando las palabras se caían de espaldas
Desde la cama al borde de los brazos,
Brizadas, confirmadas, ausentes de otros nombres,
Como tigres avezados a la caza de los cuerpos:
Sencillos, rotundos, reales,
Oliendo a ti,
Me aprendí tu boca de memoria
Al hambre de mis dientes.

 

 

 


 

 

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